Castillazo 2004

 

 

Lugar de celebración del Encuentro: SALAMANCA
29 de mayo de 2004

La comida se celebró en La Posada que cuenta con su propia página web:
http://www.laposada.net

Asistentes: Fernando Castilla Brugger, su esposa Mercedes Penalva Lapausa, su hermana  Elvira Castilla Brugger; Fernando Castilla Lucas acompañado de su hermano Julio Castilla Lucas; Juan José Castilla Martín, su esposa Lidia Cintrón Díaz  María Teresa Castilla Paredes, su esposo Luis Dorado Gómez, su hermano Mariano Castilla Paredes acompañado de su esposa María del Carmen Trapero González y cuatro de los hermanos Castilla Corral: Julia, Lourdes, Isabel y Fermín.

 

 

Crónica

CASTILLAZO 2.003, UN GRATÍSIMO RECUERDO

Por Mariano Castilla Paredes

La elección de Salamanca, ciudad universitaria desde 1218 como lugar de su celebración, ha convertido al Castillazo 2004, en un agradable encuentro familiar sumergido en un atractivo ambiente cultural. En pos de esa cultura y del contacto con nuestros amigos del Grupo, hemos acudido a esta cita con gran placer.

 

28 de Mayo de 2004.

E

l hecho de residir tan alejados de la capital salmantina, ha sido el motivo que nos ha animado a adelantar el viaje, y disfrutar durante esta jornada, de la esperanzadora estampa de los campos cubiertos del verde cereal que cubre gran parte de la meseta castellana, tierra de buen pan y buen vino. Tras surcar las provincias de Burgos, Palencia, Valladolid y Zamora, penetramos en la de Salamanca y al fin, casi en silencio, hemos sorprendido a la ciudad del Tormes a la hora de su siesta…

 

Luce ahora todo su esplendor  la jornada primaveral sobre la “dorada” Salamanca. Sentados en una de las terrazas de la Plaza Mayor, Mari Carmen y yo disfrutamos de la vista de sus hermosas fachadas barrocas, mientras los rayos del sol, ya poniente, se reflejan aún sobre las cristaleras de los pisos superiores del Pabellón Real. En esta singular plaza, la plaza porticada más bonita de España, de cuya terminación se cumplirán muy pronto 250 años, concurrida en estos momentos, como a casi todas las horas del día, por multitud de gentes, estamos citados los Castilla, mañana por la mañana, para iniciar la celebración de nuestro encuentro anual, en esta ocasión proyectado por Fernando Castilla Brugger.

Frente a nosotros, colgando de las barandillas de los balcones del Ayuntamiento, una gran pancarta que recoge el grito de sus gentes: “Por la unidad del Archivo. Para que nada se pierda”. Los salmantinos desean que se conserve en la ciudad, la totalidad de la documentación que conserva el Archivo de la guerra civil española, y este mensaje nos conduce hasta la inquietud  investigadora que  nos une a los componentes de este foro, que también solicitamos que se cuiden con cariño los documentos históricos, para que ninguna prueba se pierda.

 

29 de Mayo de 2004.

H

abían sonado ya las campanadas de las 11 en el reloj del Ayuntamiento cuando, desde la calle de Zamora, desembocamos en la Plaza Mayor. Ya aguardaban allí mi hermana María Teresa Castilla Paredes y su esposo Luis Dorado Gómez en animada conversación con Rosa Casanova, Guía Turística local que nos acompañaría en el recorrido por la ciudad. También se hallaban allí, Fernando Castilla Brugger, su esposa Mercedes Penalva Lapausa y su hermana Elvira Castilla Brugger. Luego, el círculo se amplió con la llegada de los salmantinos Castilla Corral: Julia, Lourdes y Fermín, y la de los madrileños Fernando Castilla Lucas, nuestro coordinador, y su hermano Julio. Aún tardaron unos minutos en incorporarse al corrillo Juan José Castilla Martín y su esposa Lidia Cintron Díaz. Solo quedaba pendiente la llegada de Isabel, cuarta de los hermanos Castilla Corral, que lo haría a primera de hora de la tarde procedente de Ávila.

Desde la izquierda: Lourdes Castilla Corral, Mercedes Penalva Lapausa, Fermín Castilla Corral, Julia Castilla Corral, Fernando Castilla Brugger, Elvira Castilla Brugger, Luis Dorado Gómez, Mariano Castilla Paredes, María Teresa Castilla Paredes, María del Carmen Trapero González, Julio Castilla Lucas, Lidia Cintron Díaz, Juan José Castilla Martín y Fernando Castilla Lucas.

 

Nos trasladamos al centro de la Plaza Mayor, y allí Rosa comenzó a impartir su lección magistral sobre la descripción y la historia de cuanto nos rodeaba:

“Se conoce a esta ciudad como Salamanca Dorada o Salamanca la Blanca, pues la mayor parte de sus edificios han sido construidos, o al menos cubiertas sus fachadas, con piedra arenisca proveniente de una cantera cercana, lamida a lo largo del tiempo por las aguas del río Tormes que le han dado esa clara tonalidad tan peculiar.

Esta Plaza fue construida entre 1729 y 1755 en estilo barroco, con pórticos formados por arcos de medio punto; entre ellos hay medallones con las efigies de reyes, guerreros y escritores. Todos los edificios son de tres pisos con balconaje de hierro. En el de levante o Pabellón Real se abre un magnífico arco coronado por una escultura del rey Fernando III el Santo, patrón de la monarquía española; el centro del septentrional lo ocupa el impresionante Ayuntamiento y su torre de campanas.

 

El grupo se puso en marcha hacia la Rua Mayor deteniéndose brevemente ante la románica iglesia de San Martín, envuelta hoy día por casas modernas cuya eliminación pondría en peligro el propio templo.

La iglesia de la Universidad Pontificia de Salamanca, conocida como “La Clerecía”, fue nuestro siguiente destino, sus torres son de las más bellas que ha creado en España el estilo barroco; visitamos el claustro universitario, su escalera noble y el aula magna, recientemente restaurada, larga sala con bóveda de cañón con pinturas y brillante decoración de sus yeserías. 

Pasamos a visitar a continuación la Casa de las Conchas, edificio representativo del arte de la época de los Reyes Católicos. Su fundador, canciller de la Orden de Santiago, adornó su fachada con grandes vieiras, símbolo de los peregrinos que marchan hacia Santiago de Compostela[1]

Recorriendo la Calle de los Libreros, en la que hoy son escasas las librerías, hemos contemplado la casa del Rector, en la que vivió D. Miguel de Unamuno, y nos detuvimos en el Patio de Escuelas Mayores (antigua Universidad), presidido por una estatua de Fray Luis de León, y al que hace frente la fachada principal, joya plateresca (1529) cuajada de medallones, escudos e infinidad de grupos escultóricos[2].

              

Ya en el interior del centro universitario, recorrimos su claustro bajo y visitamos algunas de las viejas Aulas del Estudio. La de Fray Luis de León, en la que se conserva el rudimentario mobiliario original, vigas de madera a modo de asiento y de mesa[1]; en ella el maestro, cuando regresó, tras permanecer encarcelado por la Inquisición, comenzó la lección con su famoso “decíamos ayer”. También visitamos el magnífico Paraninfo (Aula Magna), donde se celebran los actos académicos solemnes de la Universidad[2]

Aprovechando la estancia en el claustro bajo, junto a las aulas en las que tantos estudiantes, a lo largo de los últimos ocho siglos, han adquirido su alto nivel cultural, hemos recordado a aquellos que, llevando nuestro apellido, forman parte de la historia de esta Universidad. Dos rectores y cuatro catedráticos figuran entre ellos, y allí destacamos a Don Diego de Castilla, que fue elegido Rector el 10 de Noviembre de 1571 en la capilla de San Jerónimo, situada solamente a unos metros del lugar en que nos hallábamos reunidos. 

En el claustro superior pudimos asomarnos a la puerta, y contemplar desde ella el interior, de la que fue primera biblioteca universitaria de Europa, y en la que se conservan gran cantidad de manuscritos y numerosos códices e incunables. De regreso al claustro bajo nos cruzamos con los invitados de una boda que se iba a celebrar a continuación en la capilla de San Jerónimo[3]

En la Catedral Vieja, lo mismo que nos ocurrió en la iglesia de La Clerecía, se estaba celebrando otra boda, por lo que no pudimos visitarla. En la entrada de la Catedral Nueva hallamos otra pareja de recién casados sobre la que caían en esos momentos algunos puñados de arroz arrojados por sus amigos. Ciertamente Salamanca se había puesto más guapa aquella mañana gracias a la celebración de numerosos enlaces matrimoniales.


[1] En su momento supusieron una extraordinaria comodidad para los estudiantes, si se tiene en cuenta que en el resto de las universidades europeas los alumnos habitualmente se sentaban en el suelo.

[2] En las aulas de este histórico edificio no se imparten en la actualidad clases (la mayor parte de las facultades del moderno campus universitario se hallan fuera del casco antiguo), pero sí  se dan en ellas conferencias y se realizan algunos otros actos académicos.

[3] El hecho de que al menos uno de los contrayentes haya realizado sus estudios en la Universidad, les da acceso a disfrutar de este privilegio.

                           

La construcción y el ornato de la Catedral Nueva, iniciada en 1513 se extendieron a lo largo de tres siglos; se la considera como “el último suspiro del gótico”, estilo al que acompañan diversos detalles de otros posteriores como el plateresco y el barroco.

Son magníficas su portada principal y sus esbeltas torres, y en el interior, además del coro y las diversas capillas (en una de ellas se conserva el Cristo de las Batallas, que portara el Cid Campeador durante sus campañas guerreras), es digna de mención la alta bóveda del altar mayor, suntuosamente dorada y policromada. Parte de ella se desprendió como consecuencia del terremoto de Lisboa de 1755, y tuvo que ser reconstruida..  

Además de otros desperfectos, dicho seísmo agrietó e inclinó la alta y vetusta torre de las campanas, la cual, para evitar su caída, fue fajada en algunos de sus tramos con férreas cadenas, y sus grietas cosidas con fuertes grapas; luego fue forrada con la misma piedra arenisca que lucen la mayor parte de los monumentos salmantinos.

Eran ya más de las 14,30 cuando, desde la Plaza de Anaya, iniciamos el retorno hacia la Plaza Mayor donde, terminada su misión, se despidió de nosotros Rosa Casanova, a quien agradecimos su “buen decir” al transmitirnos su extenso conocimiento de la ciudad y su historia. 

Continuamos por las calles Toro y Azafranal hasta llegar a la Plaza de Santa Eulalia, en la cual se halla el Restaurante La Posada en el que teníamos reservada mesa y mantel; en su salón de abajo, que íbamos a compartir con otra celebración familiar, nos acomodaron en una larga mesa en la que pronto las conversaciones, repartidas en tres o cuatro corrillos, fueron in crescendo. 

En realidad éramos todos los Castilla los que de una u otra forma, nos hallábamos, hombro con hombro, alrededor de aquella mesa. Ese era el común sentimiento de todos los concurrentes. 

Junto al agua fresca, los primeros en ocupar su lugar sobre el mantel fueron el vino y el pan, elementos imprescindibles a la hora de comenzar a recorrer nuestra historia; así lo recuerda la sabiduría popular: “Con pan y vino se anda el camino”. 

Mayor de Castilla fue el vino elegido para degustar en esta ocasión; un crianza de la cosecha del 2001 de la Ribera del Duero. Escanciado sobre las altas copas, guardó un respetuoso silencio esperando las palabras de un brindis que no tardó en ser pronunciado:

BRINDIS

Amigos:

Hoy nos hemos reunido alrededor de esta mesa algunos miembros del Grupo ApellidoCastilla, entrañable familia que se extiende, cada día un poco más, a lo largo y ancho de nuestro mundo.

Aunque el solar originario de nuestro apellido se ubicara en la región castellana, los Castilla de nuestro tiempo nos hallamos repartidos por toda España y diversos puntos de otras naciones europeas; también en muchos lugares de las Américas, desde los Estados Unidos a la Patagonia argentina; y hasta en la nipona ciudad de Osaka desde donde nos escribe uno de nuestros compañeros.

A todos nos une ese afán de querer conocer mejor a nuestros antepasados, y por ello hundimos en la historia nuestra inquietud investigadora en busca de ancestrales raíces.

Es una labor callada y constante como la del científico; y a la vez delicada y paciente como la del arqueólogo. Barriendo lentamente el polvo del tiempo, vamos sacando a la luz las venerables piedras que son el basamento de nuestras ramas genealógicas.

Que gran satisfacción sentimos cuando descubrimos un nuevo eslabón que podemos unir al de la última persona que conocíamos en nuestra cadena familiar. Que alegría el poder enlazar las cadenas y seguir el palpitar de nuestros parientes a través de los siglos.

Así como Cecilia y Pablo desde Argentina, y Sylvia desde Guatemala, han compartido con nosotros su gozo al comprobar que proceden de la misma rama, los Castilla-Portugal, del tronco de la realeza castellana; también muchos otros desde Estados Unidos, México, Venezuela, Brasil, Colombia, Cuba, Chile o Uruguay, comparten sus ansias de confirmar quienes desde Salamanca, Santander, Huelva, Sevilla, Málaga o Granada, partiendo hacia el Nuevo Mundo, iniciaron las numerosas y prolíficas ramas americanas de los Castilla.

También a quienes habitamos a este lado del Atlántico, nos alegra el ir conociendo que nuestras hoy dispersas familias en Berna, Orleans, Barcelona, Pontevedra, Madrid, Huelva o Navarra, se hallaban siglos atrás avecindadas en poblaciones cercanas y, quizás también, emparentadas entre sí.

Hoy quisiera brindar aquí, en primer lugar, por nuestros antepasados, principal origen de este encuentro. Ellos abrieron caminos en el tiempo y forjaron los latidos de historia que nosotros heredamos al nacer.

Por todos los Castilla, para que nunca dejen de sentir esa inquietud de investigación, y la compartan con el resto de la familia.

Por nuestros amigos argentinos, para que celebren con gozo un entrañable Castillazo, que apriete un poco más los ya existentes lazos de amistad entre todos ellos.

Por todos los que habéis acudido a la cita en el excepcional marco de esta incomparable ciudad de Salamanca, y habéis conducido al éxito nuestro Castillazo 2004.

Amigos todos: Salud

 

Fernando Castilla Lucas, nuestro querido coordinador nos transmitió el saludo de su padre, del Dr. Eduardo Arroyo y sus colaboradoras, y de otros compañeros del Grupo como Mercedes, Nicole, Marta, Mari Carmen, Isaac o Antonio que no habían podido desplazarse y acompañarnos como era su deseo.

Por la izquierda: Elvira Castilla Brugger, Mercedes Penalva Lapausa, Fernando Castilla Brugger, Mariano Castilla Paredes, María del Carmen Trapero González, María Teresa Castilla Paredes y Luis Dorado Gómez. Por la derecha: Lourdes Castilla Corral, Fernando Castilla Lucas, Julio Castilla Lucas, Fermín Castilla Corral, Julia Castilla Corral, Lidia Cintron Díaz y Juan José Castilla Martín.                      

 

A partir de ese momento la charla se mantuvo viva a lo largo de toda la comida, mientras iban apareciendo y desapareciendo los platos del menú. Primero una rica crema de mariscos, a la que siguieron unos platos de lomo ibérico (excelente muestra de la buena industria chacinera de la provincia), y unos huevos revueltos con gambas y ajetes tiernos. Como plato principal había que elegir entre lubina o cochinillo al horno, acompañados de una fresca ensalada. 

Entre las asados de carne y pescado andaban aun enredadas las conversaciones, cuando se incorporó al grupo Isabel Castilla Corral, que acababa de llegar desde Ávila. Tras ser saludada por todos nosotros, tomó asiento para participar en el final del almuerzo, y en la familiar tertulia. 

Unas natillas a la crema, nevadas de blanca nata, fueron el dulce postre de tal ágape, que culminó, tras el café, con unas copitas de aguardiente y licores de hierbas y frutas. 

Cierto es que, pese a que el reloj recorría su inalterable camino manteniendo su ritmo, sin prisa, pero también sin pausa, nadie mostraba el menor deseo disgregar aquella familia, arracimada en torno a una amistad surgida por un encuentro de afanes, tendidos hacia tiempos pasados. No obstante era evidente que nuestra estancia en el restaurante no podía prolongarse mucho más, y por ello decidimos dar por finalizada la comida y trasladar la charla a algún otro lugar al aire libre.

Fernando Castilla Lucas y su hermano Julio, que acababa de ser padre, debían regresar a Madrid de forma inmediata, por lo que fueron los primeros, en la misma plaza de Santa Eulalia, en abandonar la reunión; luego fueron Juan José y Lidia quienes se despidieron, encaminándose hacia la Rua Mayor para realizar algunas compras. 

Los once restantes decidimos buscar acomodo en una de las terrazas de la Plaza Mayor, en la que, alrededor de un par de mesas, pudimos continuar la tertulia, esta vez sí, en forma de animado corrillo.

Mientras se fueron consumiendo copas y refrescos, continuó la agradable tertulia, en la que, como colofón al familiar encuentro, y dado el aroma cultural que nos había envuelto durante toda la jornada, quise exponer ante todos un sencillo detalle, muestra del afán de superación cultural por parte de nuestras gentes, extraído de la historia de uno de nuestros antepasados, Sebastián de Castilla de Abajo, que nació en Rubena el 27 de Enero de 1645, y falleció en Villafría el15 de Septiembre de 1712 [1]. 

Llegaba la hora de las despedidas, pero aún este momento tratamos de demorar, al aceptar el ofrecimiento por parte de los hermanos Castilla Corral, para acompañarnos en un último paseo vespertino por la ciudad. Durante él pudimos contemplar la casa en la que murió D Miguel de Unamuno y el plateresco palacio de Monterrey; la iglesia del convento de las Madres Agustinas, en la que admiramos el magnífico cuadro de la Purísima Concepción pintado por José de Ribera y la bonita iglesia del convento de la Vera Cruz, que posee algunas de la tallas que salen procesionalmente en Semana Santa por las calles salmantinas, y en la que las monjas con hábito blanco, se turnan, hora tras hora, adorando al Santísimo Sacramento, permanentemente expuesto  en su altar . 

 

Tras recorrer la siempre animada calle de Zamora, llegó el momento definitivo de la despedida que se produjo junto a la planta circular de la románica iglesia de San Marcos. ¡Hasta el Castillazo 2005, amigos!, ¡Buen viaje de regreso a todos¡. 

 

30 de mayo de 2004.

 

Han transcurrido ya algunas horas desde que abandonamos Salamanca, y  tan solo unos minutos que, al pasar por las cercanías de Burgos, hemos podido ver a los lejos las esbeltas torres de su catedral.

Ahora he reducido la velocidad del coche para disfrutar, aunque tan solo sea unos segundos, de la vista, allá en lontananza, de la pequeña localidad de Rubena y su iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, uno de los solares en los que se asientan los orígenes de nuestro común apellido familiar. CASTILLA.

Mariano Castilla Paredes


[1] Sobre este tema prepararé en breve un pequeño documento que os haré llagar a través de nuestro Coordinador.

 

 

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